Además de otras virtudes que caracterizan al buen Abogado de Familia, son dignas de reseñar las siguientes:
1. La ética profesional y el empeño de obtener el mejor resultado
posible.
2. La empatía con cada cliente, para entender plenamente sus
preocupaciones.
3. Una alta capacidad para negociar los conflictos que se
presenten.
4. Tener un conocimiento muy profundo del Derecho de Familia.
5. Hallarse al corriente de cualquier cambio legal.
6. Estar al tanto de la jurisprudencia más reciente.
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